diumenge, 14 de novembre del 2010

CORRECCIÓN EXAMEN DE 1º DE CIENCIAS

El autor de este texto está buscando una definición para el ser humano (Tema). La encuentra cuando afirma, literalmente, que el "ser social del hombre determina su pensamiento". En otras palabras, que lo que nos define es nuestra socialidad (Tesis)

Para transmitir su punto de vista, L.Stevenson se sirve de la inspiración de un pensador, Marx, cuyas ideas atraviesan el texto, hasta el punto de que todo él consiste en un gran argumento de autoridad, pues Stevenson no hace otra cosa que apoyarse en él para hacer sostenible su propia concepción.

(Arg.1). El autor empieza citando a Marx en la primera frase, como se advierte por el hecho de que usa las comillas. La frase en cuestión mezcla los dos conceptos sobre los que se sostiene la tensión que da sentido al problema: naturaleza y sociedad. Decir que la naturaleza humana real es justamente su socialidad equivale a decir que carecemos de una verdadera naturaleza, pues no somos prácticamente nada de por sí, somos lo que somos en función de que haga la sociedad con nosotros. El uso de la negrita para recalcar el término "naturaleza humana" tiene el objetivo de hacer que los lectores se detengan sobre nuestra paradójica condición, es decir, no hay propiamente una "naturaleza humana". En todo caso, los miembros de la especie compartimos una serie de funciones muy básicas -pone el ejemplo de la necesidad de comer, al que podríamos añadir otros instintos igualmente básicos como procrear o protegerse del frío-, pero no hay nada más a lo que podamos considerar una "esencia universal", algo que nos identifique como especie y que lo tengamos simplemente por haber nacido como miembros de la especie.


(Arg.2). Stevenson realiza una aseveración para que entendamos con toda claridad su posición. Afirma que lo verdadero -o aquello que un grupo juzga como "verdadero" y considera "natural- es relativo al espacio y el tiempo. En otras palabras: lo que juzgamos correcto o incorrecto, lo que determinamos que es bueno para comer, lo manera en que nos organizamos, el significado de las palabras o el valor de los ritos, todo aquello que en definitiva configura nuestra identidad como sujetos está en función de lo que la tribu a la que pertenecemos nos ha enseñado.

Para ejemplificar este razonamiento, el autor se refiere al rol de las mujeres. Así, que se acepte la poligamia o se considere que las mujeres deben llevar hiyab es tan normal para una comunidad islámica como para nosotros comer la carne del cerdo o beber la fermentación de la uva, prácticas que según la tradición coránica son incorrectas. Tal sucede dentro de una misma comunidad si comparamos la evolución de las creencias en el tiempo. Así, en un contexto como el nuestro, se considera en la actualidad perfectamente aceptable que una mujer sea independiente o que los homosexuales contraigan matrimonio, posibilidades completamente inimaginables en épocas anteriores. La conclusión se expresa citando de nuevo a Marx entre comillas, con la frase en la que afirma que pensamos aquello que nuestro contexto social nos enseña a pensar.

(Arg.3) A continuación nos aporta una batería de ejemplos. Son relevantes porque no se trata de situaciones diferentes a las que padece un animal; son más bien conductas básicas -"dormir, copular y defecar"- dice el autor, pero que nosotros llevamos a cabo en base a códigos sobre los que se nos ha socializado. Puede decirse entonces que se nos civiliza incluso sobre nuestras necesidades más puramente animales, de ahí que acudamos a un inodoro y usemos papel higiénico o que, lejos de ingerir lo primero que nos parezca adecuado para comer, diseñamos toda una cultura gastronómica, con sus correspondientes modales en la mesa y hábitos completamente alejados de las prácticas naturales. Esta necesidad de ser sociales siempre se advierte aún más en el ejemplo de nuestra condición productiva. El hombre es el animal que produce sus condiciones de subsistencia, y en ellas es evidente que tenemos que coaligarnos. No es difícil imaginar que los primitivos empezaron a unirse y a trabajar en grupo cuando entendieron que era más fácil y menos arriesgado para cazar, razonamiento que podemos aplicar exactamente igual a fenómenos tan decisivos como la agricultura.

(Arg.4) El texto concluye con una afirmación que, de alguna manera, reproduce la idea que atraviesa todo el texo, la de que los humanos somos mucho más fácilmente entendibles como miembros de un grupo que como individuos aislados. Por eso establece -suponemos que siempre siguiendo a Marx, del que no se olvida en todo el artículo- la superioridad de una ciencia humana -la sociología- sobre otra -la psicología-. Si el espacio de trabajo de un psicólogo es el individuo, entonces hemos de suponer que sus diagnósticos siempre quedarán cojos, pues no hay manera de explicar la conducta y la mente humana si antes no estudiamos al grupo en el cual el sujeto cobra sentido.