dimecres, 26 de setembre del 2012

SÓCRATES Y EL INTELECTUALISMO MORAL Sócrates está considerado como el padre de la filosofía en Occidente, aunque conviene saber que hay una larga secuencia de pensadores anteriores, como los llamados “físicos de Jonia”, Tales de Mileto y Anaxímenes, el fundador de la escuela de Efeso, Heráclito, o el fundador de la escuela de Elea, Parménides, considerado éste último como precursor junto al matemático Pitágoras del discurso racionalista con el que identificamos el pensamiento socrático. De todo ello el platonismo es directo heredero. La trascendencia de Sócrates se percibe en el hecho de que todos aquellos grandes pensadores sean aún hoy denominados “presocráticos”, como si el sentido de su meditación hubiera sido ir avistando los problemas y formulando las preguntas que recogería después Sócrates quien, como su discípulo, Platón, reúne el talento suficiente y se encuentra en la época más adecuada –el esplendoroso siglo V ateniense- para convertir toda esa problemática en el primero gran sistema de razones de la historia.////////// //////////////////Nuestro personaje ha pasado a la historia por su condena y muerte por la asamblea de Atenas, que le acusó de impiedad, es decir, no honrar debidamente a los dioses de la polis, y por corromper a la juventud. Se le conoce también por la célebre frase “Sólo sé que no sé nada”, en la que presentimos la apuesta por la humildad intelectual más absoluta a la hora de afrontar cualquier conocimiento. En cualquier caso, identificamos su obra en la historia de la filosofía a partir de la llamada “Teoría de las Definiciones” (también llamada “Teoría del Concepto”), y recogemos su doctrina como “Intelectualismo moral”. Es importante reconocer que lo que sabemos de la filosofía socrática proviene de testimonios de sus discípulos y documentos de la época, aparte de, por supuesto, los diálogos escritos por Platón, donde Sócrates aparece sistemáticamente como personaje. A grandes rasgos, lo que la suma de ambas cosas significa es que para Sócrates es posible encontrar verdades con dignidad universal, es decir, que se puede construir una ciencia de la virtud, la cual no necesariamente queda condenada al relativismo que defienden los sofistas. La base de esta doctrina moral es la idea de que los hombres actúan honestamente cuando alcanzan la sabiduría, de manera que es el desconocimiento de la virtud, o sea, la ignorancia, lo que les hace comportarse malvadamente. Sócrates sospecha que las doctrinas de los sofistas, exitosamente extendidas por la ciudad a través del ágora, han propagado esa cómoda e irresponsable renuncia al conocimiento del bien y la justicia. ///////////////////// ////////////////La existencia de un gran debate filosófico en la Atenas del siglo V es inseparable de la experiencia democrática. En la asamblea se discutían cotidianamente temas domésticos y prácticos, pero el hábito de la discusión animó a que aparecieran reflexiones sobre temas filosóficos relevantes como la vida virtuosa, la posibilidad de alcanzar lo verdadero, la existencia de los dioses o el problema de la felicidad. Así, los sofistas se presentaban en sus escuelas como “maestros de la virtud”. Sin embargo, la mayoría de los sofistas enseñaban en sus escuelas que lo importante para un hombre es el éxito, el poder y la satisfacción de los deseos personales. Su profesionalismo, el hecho de que cobraran por dar clases, les generó muchas enemistades, entre otras la de Sócrates.//////////// ///////////El debate se plantea en el siguiente sentido: ¿son los juicios morales “naturales”, es decir, tienen una base con valor universal, o son simple producto del acuerdo ocasional en las distintas comunidades, es decir, “convencionales”? Es normal que nos encontráramos con la solución relativista, resumida en la frase de Protágoras, “El hombre es la medida de todas las cosas”. Esto significa que las normas son siempre artificios, es decir, creaciones humanas y, por tanto, relativas a cada comunidad. “Para los etíopes, los dioses son chatos y negros”, para los tracios, rubios y de ojos azules”.///////////// //////////////La experiencia democrática que Atenas tenía acumulada también parece inspirar este relativismo. En tiempos homéricos, bajo el dominio de reyes o aristócratas, se solía pensar que las normas provenían de los cielos y eran por tanto inmutables y eternas. Los griegos se acostumbraron de tal manera a legislar, que llegó un punto en que era ridículo ignorar el carácter humano de las leyes y, por añadidura, de los principios morales que las sustentan. La conclusión que termina extrayendo la sofística es que no existe “lo justo”, en sí, sino que justo es lo que las leyes de la polis donde estamos han determinado que sea justo. Si debemos cumplir las leyes no es porque sea más justo hacerlo, sino porque nos conviene. De aquí podría derivarse una objeción: si incumplir las leyes me proporciona algún tipo de ventaja, bastaría saber que no voy a ser sorprendido en el delito por las autoridades para que sea aconsejable para mi beneficio incumplir las leyes//////////. ///////////La conclusión es que los sofistas no creen que podamos conocer los fundamentos últimos de la realidad y que, por tanto, es inútil buscar grandes ideales. La alternativa pues a la acción justa o a la sabiduría entendida como búsqueda de la verdad es el pragmatismo. Si el sofista es sabio es porque conoce muchas opiniones, muchos puntos de vista sobre cada tema, lo cual le permite decidir siempre cuál es la mejor ante cada caso, no porque sea “mas verdadera”, sino porque es más útil o práctica en el caso de que se trate.//////// ////////////////Sócrates tuvo la vida de un ateniense ejemplar, cumplió sus deberes militares y trabajó siempre a favor de la ciudad. Siempre creyó que su obligación era defender lo más justo para la ciudad, de manera que si se trataba de defenderlo no dudó nunca en enfrentarse incluso a las autoridades. Le molestaba mucho de la asamblea que se dejase llevar por los bajos instintos en perjuicio de la razón. De los sofistas le molestaba el egoísta individualismo que acarreaban sus teorías. Escuchándoles, era como si dieran por hecho que nuestros deseos y ambiciones están por encima de los ideales de justicia y del interés colectivo. Sócrates entendía que, con el final del Areópago, ya no había lugar para forzar el cumplimiento de las leyes y el sometimiento al bien de la polis solo porque lo mandaran los dioses. Pero de eso no había que derivar el cinismo sofista, sino enseñar a los ciudadanos a interiorizar el deber, a entender que lo digno es cumplir las leyes de la ciudad siempre y cuando sean justas.//////////// ////////////¿Y cuál es el concepto socrático de justicia? Sócrates vincula la moral al conocimiento, y el primero al que debemos aprender a conocer es a nosotros mismos, de ahí la celebre frase: “Conócete a ti mismo”. Él entendía que el hombre es alma y cuerpo, y que es la primera, la parte racional, la que le puede conducir a una vida digna. Ese conocimiento no debe conducirnos a la soberbia intelectual, de ahí otra de sus célebres frases: “Sólo sé que no sé nada”. ¿Cómo extender esta actitud por la ciudad? Sócrates consideraba una obligación llevar a cabo una gran labor educativa. Hablaba de educar por amor, no ya por interés, como los sofistas, sino por amor a la ciudad y a sus alumnos/////////. //////////La gran aportación de Sócrates a la filosofía es la “teoría de las definiciones”, que arranca de la crítica a la posición sofística, que renuncia desde el relativismo y el escepticismo a establecer significaciones objetivas y con valor universal para los conceptos. Debemos poder “definir” los conceptos, poder establecer su significación verdadera, sin depender de los criterios subjetivos, ese límites del cual los sofistas no parecen querer pasar. Así, como se trata de actuar con justicia, no podemos ser justos o virtuosos si renunciamos a conocer la virtud y la justicia. Esta alianza entre conocimiento y virtud implica el principio máximo del “intelectualismo moral”, según el cual hacemos el mal porque desconocemos el bien, lo cual se acaba cuando nos hacemos verdaderamente sabios/////////. ////////////Con esta concepción, Sócrates no sólo está enfrentándose a los sofistas, está inaugurando en Occidente la tradición filosófica del racionalismo y poniendo las bases para el surgimiento de la obra filosófica mas determinante de la Antigüedad, la platónica.