diumenge, 3 de gener del 2010




DESCARTES.





"LA FORMACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA"

Solemos situar en el Renacimiento el inicio de la Modernidad. Sin embargo, en el siglo XII (Baja Edad Media), un fraile franciscano inglés llamado Guillermo de Ockam ya abrió el camino para que el esfuerzo científico se desprendiera de las intromisiones de la fe. La filosofía escolástica, habituada a buscar la síntesis entre razón y fe -"entiende para creer", dice Santo Tomás de Aquino- suponía para Ockam someter la voluntad libérrima de Dios a la servidumbre de los conceptos. Este es el primer signo de crisis del aristotelismo medieval, la disociación entre el pensamiento teológico y el científico. Desde entonces, los entes serán explicados por relación a un todo que ya no será la "sustancia divina" sino la Naturaleza. Se convertirá en costumbre investigar las propiedades en común que tienen las cosas, advertir su mutua dependencia, el cruce de relaciones que constituye el universo. Así se resume la vía directa que va desde Ockam a Newton, quien en las vísperas del XVIII dará cuenta del mundo en términos estrictamente cuantificables en sus Principia matematica, verdadero pistoletazo de salida de la Ilustración.

La huella del ockamismo en el Renacimiento es profunda. En los siglos XIII y XIV su visión definió a los moderni, opuestos a los antiqui, que es como empezaron a ser denominados los sabios que mantenían todavía el ya caduco modelo aristotélico de las ciencias. Mientras que los dogmas de fe pasan a ser considerados indemostrables, en el terreno de la ciencia nos encontramos con que empiezan a imponerse criterios empíricos, es decir, observacionales y experimentales, en la investigación de los fenómenos. A ello se debe la preferencia por la inducción, método que determina la causa general solo a partir de los casos particulares observados.
Es característica del Renacimiento (S.XV y XVI) la aspiración a lograr el bienestar a través del conocimiento, es decir, a mejorar la vida de los seres humanos a través del saber y la ciencia, que son actividades dependientes de la razón. Ese espíritu humanista se alimentó de la tradición clásica a través de la escuela del Neoplatonismo, que complementaba el viejo interés platónico de interpretar el universo en términos matemáticos con la decidida vocación -nada platónica, por cierto- de dirigir los ojos hacia la naturaleza. Ningún sabio resume la experiencia renacentista como Leonardo da Vinci, símbolo del artista-ingeniero. La suma de matemáticas, experiencia y método ayudará desde Leonardo a configurar en el imaginario moderno la imagen del universo como una gran máquina.




No es extraño que la gran revolución en los saberes llegue de la mano de la astronomía. Su gran padre, Nicolás Copérnico, hizo algo más que demostrar el heliocentrismo. Con el llamado "giro copernicano", se propició la emergencia de una mentalidad sin la que probablemente no hubieran sido posibles ni la Reforma de Lutero ni la revolución burguesa. Uno de sus directos herederos, Kepler, enterró definitivamente el modelo de las dos regiones, que defendió durante siglos el principio aristotélico que dividía el universo en dos, la materia corruptible o sublunar y la eterna y pura o supralunar. Con todo ello se preparó el terreno a la aparición de un cíclope: Galileo.



El copernicanismo de Galileo Galilei no solo le indispuso con la autoridad inquisitorial, también con la comunidad científica hegemónica en su tiempo, que todavía seguía fiel al modelo aristotélico. Este sabio se imaginaba el universo como una gran máquina regida por leyes inmutables. Basándose en rigurosos y metódicos procesos de observación matemáticamente dirigidos, puso las bases de la Mecánica clásica.






"Me he encaramado en hombros de gigantes", dijo Isaac Newton. Heredero, por un lado, del movimiento empírista y, por otro, del espíritu deductivo y matemático, Newton es reconocido como el padre de la ciencia moderna, en tanto que fundó el método científico-experimental. Desde entonces, la ciencia abandona el camino de la especulación, preparando así el terreno para la revolución intelectual provocado por los Ilustrados en pro de la libertad y la ciencia frente a la superstición y la tiranía del Antiguo Régimen.